Columna: hasta que al fin llegó la séptima

En una final manchada por la violencia, los disturbios, la intolerancia y demás hechos reprochables, Atlético Nacional se coronó como campeón de la Copa Colombia por séptima ocasión, venciendo al América de Cali, en el denominado Superclásico del Fútbol Colombiano. Y es que este compromiso de pergaminos, historia y kilates, que tuvo sus primeros 90 minutos en Medellín y su posterior cierre en la capital del Valle del Cauca, de forma abrupta, se desarrolló entre contrastes, altibajos, emociones fuertes e interrogantes.

De seguro usted, querido lector, se preguntará ¿Pero cuáles interrogantes y cuáles emociones fuertes, si Nacional terminó alcanzando el primer objetivo, y de paso el cupo a la Copa Suramericana 2025? Pues desde esta casa periodística se le responde que si se remite, usted, aficionado, netamente al escenario de lo futbolístico, aún se puede mantener vigente la famosa inquietud de ¿Cuál es el verdadero Nacional? ¿El avasallador del segundo tiempo ante el conjunto Escarlata de Cali que se vio en el Estadio Atanasio Girardot, el ultradefensivo del Pascual Guerrero que hizo sentir impotencia, nervios, ansiedad y frustración a más de uno, o el que le ha entregado la pelota a los contrincantes cuando se ve ganador en una serie de 180 minutos?

Dudas que nacen de la forma en como el técnico Efraín Juárez suele ver el fútbol. Con un Nacional que en ciertos primeros tiempos, como el del jueves pasado, salió confiado, y como decía la abuelita Raquel, “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”, cuestión que por poco ocurre, debido a que se encontró con un rival que utilizó la presión alta, el taponamiento de los extremos (Hinestroza y Sarmiento) y por supuesto, que supo provocar el constante error en la salida del equipo locatario, las malas entregas, y producto de lo dicho anteriormente, un gol tempranero (de Duván Vergara), que dejó mudas a las más de 45 mil personas que coparon el máximo escenario deportivo de los antioqueños.

Un conjunto ‘Verdolaga’ que de no ser por uno de esos chispazos de Edwin Cardona, por las salidas rápidas de Román, por la velocidad de Hinestroza y Viveros, o por la falta de eficacia de los delanteros americanos, no hubiera sabido sobreponerse en un compromiso que se volvía cada vez más tenso, complicado, y porqué no decirlo, hasta desesperante, al observar como este Nacional, que ha sido un equipo a veces práctico, en oportunidades fuerte por el flanco derecho, y veloz, se quedaba en apelar a meras individualidades, en jugar a lo que diera, en no encontrarle la salida al reto d vulnerar de algún modo los bloques compactos del contendor.

Puede que desde esta tribuna se tienda a ser más papista que el propio Papa. No se está expresando lo contrario. Solo que, desde la óptica del periodista, del analista, y porqué no, de varios hinchas, se desea ver otra cara del ‘Rey de Copas’. Una donde la defensa no sea el parapeto que tenga que resistir los embates de los adversarios, sacando como figuras a Aguirre y Tesillo, dejando en claro que el filtro de la primera línea de volantes suele ser defectuoso. Una donde no se vea un conjunto tan tirado a atrás, entregándole el útil al otro equipo, y solo esperando al error. Una en donde haya un Nacional propositivo, que busque asegurar las series de 180 minutos, si es que obtiene buenos réditos en los partidos de ida. En sí, una escuadra Verde compacta, con una filosofía realmente clara de juego, que realmente llene la retina de la gente que espera el resurgir del bicampeón de América, un grande que desde hace muchos años tiene muy claro cuál es su ADN, su estilo, su forma de plantear los partidos, de visitante o de local.

Quizá esta crítica quede en saco roto, y mucho más después del título conseguido a pesar de todo en el estadio Olímpico Pascual Guerrero. Pero es que también en los buenos momentos, en los gozosos, como dicen las mamás, hay que analizar las falencias, las debilidades, los puntos negros que tiene el equipo más grande del país. Porque no todos los cuadros rivales van a ser Medellín o América, a los que les faltó puntería. No todos se van a quedar con los centros improductivos que dejan con chichones las cabezas de los centrales verdolagas. Alguno le tendrá que coger la vena (como decían las señoras mayores del barrio) y ese día, que se espera no llegue en las finales ante Deportes Tolima, y que pudo haberse presentado en los duelos que se dieron ante Millonarios en cuadrangulares, de seguro vendrán el llanto, la crítica al hoy ponderado técnico mexicano, y el rechinar de dientes por lo que faltó corregir.

Hombre. Seamos claros. Para un equipo como Nacional, que tiene sus obligaciones, sus objetivos y sus metas claras, no es negocio ir a parar el bus en el área propia, como lo haría cualquier equipo chico o de la B. No es un buen libreto jugar a esperar. No es el reto dejarlo todo al azar, a la motivación en el camerino, a mirar a ver que pasa en los segundos tiempos, de ser el caso. No. Para este club, de 34 títulos, nacionales e internacionales, la apuesta, la condición y la exigencia es una: Salir a ganar, a imponerse, a demostrar de qué está hecho, donde sea, al precio que cueste, en Bogotá, en Cali, en Barranquilla, etc., Porque para eso se tiene al mejor lateral derecho del país (Andrés Román) al mejor extremo (Hinestroza) y a una nómina de lujo, que, si se pone seria, se puede alzar con los dos títulos del semestre, y por ahí derecho, dejarles el listón muy alto a los demás.

Compartir

Related posts

Leave a Comment