Atlético Nacional ratificó en la noche de este miércoles 28 de febrero que pasa por uno de los peores momentos de su historia, a nivel dirigencial y futbolístico, al quedar eliminado de la Copa Libertadores de América, un torneo donde tiene obligaciones más que claras y definidas, a manos del cuadro Nacional de Asunción, luego de caer por 0-3 en el Estadio Atanasio Girardot, y por 0-4 en el tanteador global.
De seguro, en condiciones normales, se podría hacer un análisis más profundo o pormenorizado desde lo económico, por la pérdida de los cuatro millones de dólares, al no haber avanzado siquiera hasta la fase de grupos. O se hubiera podido ser más concienzudo desde la observación de lo técnico, táctico, futbolístico del porqué se produjo este nuevo fracaso en las toldas verdes y blancas. Se podría aludir al rendimiento del portero Santiago Rojas, al funcionamiento de la saga defensiva, al desempeño del medio campo, de los propios encargados de convertir los goles, del peso específico o de la experiencia de líderes como Pabón, Duque, Espinosa y otros.
Sin embargo, y para ser sensatos, cuando se hace alusión a Atlético Nacional, el tema de la pelota queda en un pasmoso segundo plano, pues, ¿Para qué hacer referencia a algo tan manido como la nula expresión futbolística de la escuadra antioqueña? ¿Para qué hablar de lo que hace rato no existe? ¿Para qué desgastarse en una cantaleta harta y cansona? Ya que, si se hace una retrospectiva a lo sufrido anoche en el máximo escenario deportivo de los paisas, los que estuvieron en la cancha no pudieron ni con su alma, como ha ocurrido en los últimos encuentros a nivel local e internacional, y lo poco que se hizo, quedó apenas como una mera anécdota, debido a que no se contó tan siquiera con la capacidad de causar temor al rival, para pensar en que la serie podía ser remontable.
En sí, el desastre de anoche es la ratificación de lo que ya sabe todo el mundo: Que el equipo carece de un portero de nivel; que su defensa es un flan de chocolate; que el medio campo no ejerce sus deberes de filtrar o crear; que los delanteros ¡Señor bendito! sólo se han dedicado a desperdiciar las bien escasas opciones de peligro que tienen, o a dejar la pelota mansamente en las manos de los porteros rivales, como fue el caso de anoche, ante el viejo conocido Antony Silva. Mejor dicho… para qué abrir más la herida haciendo mención a un presente tan negro, en donde sólo se ven mares de errores, en donde hace rato el ‘Rey de Copas’ no gana (seis partidos en total por torneo y copa), en donde cada partido es una vergüenza peor que la anterior, en donde no existen líderes de peso, y en donde ningún personaje se hace responsable de lo que está sucediendo.
¿Y ahora qué sigue para Nacional? Por el momento, dedicarse de pleno a la Liga, donde ocupa los últimos lugares de la tabla, y en donde seguramente sufrirá un nuevo traspiés, ante el Junior de Barranquilla. Así mismo, deberá intentar recuperarse, de la mano del uruguayo Pablo Repetto, de una realidad cada vez más lúgubre, en donde los escenarios más repetitivos y comunes de cada tres o cuatro días son la mentalidad de los jugadores jóvenes que ya quieren migrar al fútbol del extranjero, las hostilidades, las protestas más que justas de los hinchas, los problemas de orden público adentro y afuera de los estadios, y la negligencia de los directivos que ya está rayando casi en un abandono del equipo, que ve como su historia, su imagen y su casta, se diluyen como el agua entre los dedos, así como ocurre en aquella canción del italiano Gianluca Grignani.